martes, octubre 03, 2006

Información, censura y libertad

La peor censura es la autocensura. Tras la suspensión de la ópera de Mozart, Idomeneo, en Alemania por temor a la reacción del mundo islámico, políticos, periodistas y artistas en todo el planeta se preguntan hasta dónde llega la censura y la libertad de expresión. Las polémicas de las caricaturas y de las palabras del Papa, abren el debate sobre cual es el límite que separa la libertad del respeto.

En Europa, la lucha por la libertad de expresión se ha convertido en uno de los grandes logros desde la Revolución Francesa. Los movimientos liberales y obreros fueron su vanguardia aunque por diferentes caminos. El primero desembocó en el feroz liberalismo económico del laissez faire, laissez passer y el segundo en un socialismo real que igualó la pobreza de sus pueblos. Caído el muro y fracasado el comunismo, el pensamiento único controló los flujos de información.
Uno de los entes que más informes elabora, más datos maneja y más profesionales de la comunicación tiene es la Secretaría de Estado Norteamericana. Junto a la Casa Blanca un selecto grupo de agencias de noticias dictan las páginas de los principales periódicos del mundo. La televisión y la radio nos bombardean con la versión oficial de los hechos y los corresponsales que podrían contrastan la información son demasiado caros.

El mundo islámico representa una alternativa al neoliberalismo y la democracia del dinero estadounidense. Pero no se puede confundir todo un conjunto de culturas –algunas milenarias- con la religión ni con una civilización. Sólo el vasto Oriente Medio es un completo mosaico de colores y sabores diferenciados. Los que han pretendido simplificar de una pincelada a palestinos, afganos, iraquíes e iraníes saborean ahora el amargo resultado. El último informe Nacional de Inteligencia sobre Irak reconocía que la guerra en este país es uno de los factores que han potenciado una expansión de la violencia en el mundo y un mayor número de yihadistas dispuestos a cometer atentados.
Los estudiantes del Corán –Talibanes- y los enviados por Dios –Ayatolás- gozan de un prestigio y de una credibilidad muy alta dentro de las sociedades islámicas. Su poder se extiende a todos los ámbitos de la vida, acrecentado cada viernes en la mezquita. Su visión del mundo es la realidad de todos. Su interpretación de los textos sagrados, es la convivencia del día a día para quienes les escuchan. La Guerra Santa como lucha contra el infiel deja sin considerar el verdadero significado de la palabra yihad. La lucha por cambiarse uno mismo es la más importante de todas según la ley sagrada islámica. Pero la pobreza, la injusticia y la instrumentalización de las personas abonan el terreno de la violencia.

La violencia es enemiga de la libertad, es por eso que la democracia no se puede imponer. El presidente Bush habla de respeto y tolerancia pero son la empatía y el reconocimiento lo que asegura una paz basada en la libertad y en la justicia social. Una gran parte de Occidente y del Islam busca esos nexos que unen a todas las personas en desafíos globales que requieren respuestas conjuntas.
El periodismo juega un papel fundamental para que esa visión moderada y amistosa entre iguales supere a la visión dogmática de los extremismos. Éstos desvirtúan el lenguaje y son la principal fuente de manipulación y autocensura. Con la moda del choque de civilizaciones, el que se sale del recto camino peca de ser víctima de un atentado o preso en Guantánamo. Sólo así se explica la reacción por la publicación de unos dibujos en la prensa o por enseñar un pecho en uno de los programas más vistos del año en EEUU.

Con tanta regresión en el tiempo, autocensura y falta de libertad a uno le dan ganas de cortarles la cabeza a todos los profetas, dioses celestiales y dioses del olimpo.