viernes, agosto 07, 2020

Ulises, Penélope e Ítaca

 

Para: hector@viajarysoñar.com

Asunto: Ulises, Penélope e Itaca

 

Querido Hector,

Perdona que haya tardado tanto en contestar a tu correo. He estado las últimas semanas recorriendo la costa vasca y es una pasada. Cada recodo natural, esas playas salvajes, cada acantilado y esos flysch que cuentan en sus pliegues la historia del mundo...

Me alegra saber que sigues escribiendo, eso sí que es un viaje, quién sabe dónde te llevará. En el alma de todo escritor siempre se esconde el anhelo de ser leído, aunque ya sabes que lo importante no es la meta sino el camino, disfrutar en cada momento de lo que haces. Siempre he creído que un viaje comienza en el mismo momento en que lo empiezas a idear, por eso me encanta prepararlos con atención y mimo. No como un esquema rígido e inamovible, sino con el afán precisamente de disfrutar desde mucho antes de esa meta ansiada tantas veces en los días de rutina. Un buen viaje, como los libros, nunca termina del todo, lo revivimos una y otra vez, lo recordamos en el sentido más etimológico de la palabra (cor cordis: corazón; re-cordar: volver a pasar por el corazón).

Las personas como tú y como yo nunca llegaremos a Ítaca porque el horizonte se mueve al ritmo de nuestros pies. Solo nos queda aminorar el paso y disfrutar de las vistas en ese gran viaje que es la vida. A veces seremos Ulises viviendo aventuras, desafiando a los dioses, enfrentándonos a los cíclopes y otros monstruos que habitan dentro de nosotros mismos. Otras veces seremos Penélope, tejiendo por el día y destejiendo por la noche, intentando que no nos gane el tedio y esperando que lleguen mejores días. Así es en los viajes de verano, en la vida y en el oficio de escritor.

Sobre todo, no te olvides de amar con intensidad en todas las etapas del camino. Porque el amor es lo que guiaba a Ulises en sus aventuras y a Penélope en sus rutinas. Muchas noches cedían a la nostalgia, aunque sin remordimientos. Porque el amante, como el poeta, sabe que los mejores versos son los que nunca se escriben.