jueves, abril 17, 2008

A mi tío Vicente


Hay muchas luces en el mundo, pero son muy pocas las que guían nuestro camino. Se pueden ver infinitas estrellas en el cielo, pero sólo una, el sol, nos alumbra y reconforta con su luz. Así era Vicente, una luz intensa en el camino que nos orientaba en esta vida.

De nuestro tío aprendimos a enfrentarnos a las dificultades de la vida como si fueran retos, oportunidades para superarnos y ser mejores personas, a la vez que siempre decía: “De los problemas que no tienen solución es mejor no preocuparse; y los que tienen solución, se arreglarán, así que tampoco debemos preocuparnos por ellos”.

Vicente destacaba por su nobleza de espíritu y por su saber estar en todo momento y circunstancias. Lo mismo le daba estar en presencia del príncipe Felipe que en presencia del más humilde, en ningún caso desentonaba porque su corazón era tan grande que en él cabían todos.

Por encima de todo en su vida siempre estuvo su familia. Vicente nos enseñó que tal vez no podamos salvar el mundo, pero podemos hacer felices a los que nos rodean. Él siempre predicó con el ejemplo y nos hizo reír y soñar con su forma de ser y con su manera de ver el mundo.

- Gracias por enseñarnos como llegar a lo más alto con humildad y sencillez

- Gracias por ser un referente para nosotros por tu fuerza, tu lucha, tu entereza y tu constante superación, por poner alma y ganas en todo aquello en lo que crees.

- Te queremos y admiramos por ser siempre líder simplemente siendo tú.

- Gracias por ser embajador de tu tierra, Bienservida, en todos esos rincones del mundo que ahora llevamos dentro gracias a tus maravillosas historias.

- Gracias por enseñarnos que la familia es el motor que mueve y llena nuestras vidas.

- Gracias por dejarnos la estela del sonido de tu risa.

- Gracias por ser la llamada segura de cada uno de nuestros cumpleaños. ¿Cómo olvidar ese “Hello”?

- Gracias por escucharnos y además entendernos, siendo para “tus nenes” tío y mejor amigo.

- Gracias por tus proyectos de amor, donde todos cabemos, y gracias por no irte a dormir sin un último beso de dulces sueños.

Por todo ello podemos decir, sin miedo a equivocarnos y sin querer hacer ninguna comparación que Vicente “pasó haciendo el bien”.

Vicente, con su luz, encendió la bombilla de nuestros corazones. Ahora nos toca a nosotros mantener su legado y colocar esa luz encima de la mesa para que alumbre la habitación, para que iluminemos, aunque sea un instante, la vida de los demás. Buen viaje, tío.