Dice Sabina que lo peor del amor cuando se acaba es que al
punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos... Será mi alma de
marinero, que diría Serrat, o más bien de Peter Pan, que me he pasado la vida
buscando esa ventana abierta donde encontrar a Wendy. Pero qué duro es cuando
después de muchas noches visitando la misma ventana, un día, sin más, se
cierra. Sin epílogo, sin despedida, sin un "te echaré de
menos".
Como el joven Totó, esperando mil y una noches, con frío,
viento y lluvia hasta el último día a que se abriera la ventana. Y vuelve Sabina a retumbar en mi cabeza:
"y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho
sentido..." Y en dos horas se han agotado las entradas de su concierto en
Madrid, porque la vida es así, pasa deprisa y no espera a digerir ni las buenas
ni las malas noticias.
Camino pero no oigo el ruido de mi alrededor, sólo la voz de
Samsagaz en mi cabeza: "henos aquí, como en las grandes historias, de esas
que no quieres ver el final porque cómo van a acabar bien…". Las historias tienen un principio y un final, pero la vida no. Es un continuo, un eterno retorno en el que son mis pies los que me guían, bien lo sabía Antonio Machado. Todo esto me
pasa por salirme del camino trazado, de "la general" como diría Rosendo,
pero como le diría el escorpión a la rana: "es mi naturaleza" o como
Lutero al Papa: "no sería justo ni honesto ir en contra de mi
conciencia".
Creo que ya me encuentro mejor, hay mucho por
hacer, que diría Ismael Serrano, y todas las distracciones imaginables para
acallar la mente y las dudas, para aparentar que me rindo en silencio... Creo que
esta noche meteré “ el corazón en una cajita por si me lo quitan”, como Extremoduro y no
volaré en busca de Wendy porque "siempre me entra arena en los zapatos,
que diría Fito. Creo que esta noche, dejaré el barco atracado en el puerto, me
quedaré en nunca jamás.
"Lo importante es que no nos ha pasado nada y estamos
bien", me dijo mi tía cuando se quemó la cocina en Puerto Rico. Ella lo
sabría mejor que nadie después y yo no me puedo olvidar de que “seguimos vivos”,
gracias Ismael otra vez, Serrano tenías que ser, y que en cada segundo de vida
todo puede cambiar.
Aparece la voz de mi tío, "los problemas que no tienen
solución es mejor no plantearlos". Mi cabeza los plantea una otra vez, me
martillea entre descanso y descanso, en el metro, al levantarme y al acostarme.
No puedo evitar los genes, pero me consuela esa voz cercana en mi corazón que
me llamaba desde el otro lado del mar en cada cumpleaños: "atrévete a
hacer las cosas diferentes".
Mañana saldré a navegar otra vez, a inventarme, a soñar que todo es posible, que Wendy existe y que me está esperando en su ventana.