
El sentimiento rojo va creciendo en el corazón y llega hasta el verde, que muchos se empeñan en llamar césped. Se enfrentan a amarillos, negros y blancos, pero el rojo siempre acaba perdiendo contra un tal cuartos. Con rabia, de pie, como los campeones. Es entonces cuando la ilusión se pierde de golpe, el rojo se destiñe de lágrimas, desesperación y de frases comunes: "Jugamos como nunca y perdemos como siempre".
El rojo se pierde en el olvido, nadie habla de él y durante 4 años permanece en silencio, a la espera de una nueva oportunidad, de una nueva ilusión. Como ahora. Y alguien desde fuera que viera la esperanza del rojo, que viera vibrar tantos corazones en torno a un sueño, pudiera pensar que es una enfermedad crónica que ataca cada cuatro años. Pero no es cierto, duerme en el interior de los sueños de un pueblo.
Y es en esa enfermedad que duerme la que me ataca en este momento. Despues de dos victorias del rojo. Y cuando Raúl empataba, ahí, al rechace, como sabe, donde es el mejor, sentía que el sentimiento afloraba y me llegaba a los ojos. Y cuando nos pusimos por delante y ya ganábamos y el rojo se desbordaba en las gradas, en Colón, en el corazón de todos. Entonces no importaba que el tal cuartos quisiera ganarnos de nuevo. No se trata de juego, de calidad o de suerte. Se trata de ilusión y de sueños. Soñar es gratís y además, durante unos instantes, te hace feliz. Que tiemble Brasil, llega España.