domingo, enero 27, 2008

Sábado


El sabbat es el día de descanso para los judíos. No es un día cualquiera. El sábado es el punto de inflexión de la semana, el brazo armado del tenista justo antes de soltar su más potente derecha, el atleta que flexiona las rodillas cuando suena el pistoletazo de salida justo antes de salir corriendo y de pasar de 0 a 100 en menos de nueve segundos.

Aquel sábado olía a ausencia a y a perfume de mujer. El día primaveral había dado paso a una fría noche de invierno, la luna lloraba una vez más por su platónico y no correspondido amor por el sol, quien estaba enamorado hasta el núcleo del planeta azul al que llaman Tierra. El poeta caminaba desnudo por el alambre del silencio en busca de los versos perdidos.

Él, que ha viajado por todos los mundos sin moverse del sofá, que ha visto anochecer a plena luz del día y ha sentido al viento echar a volar sobre la estepa de los recuerdos. Nunca encontrará lo que busca. Porque el poeta sabe que en el amor, como en la vida, los mejores versos son los que nunca se escriben.

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