lunes, septiembre 15, 2014

La Boda

Todo empezó en la charla que dio Ignacio en la universidad en la clase de aquel profesor medio chiflado de la que era alumna Rocío. Uno nunca sabe la importancia que tienen determinadas personas para el devenir de nuestras vidas aunque luego se pierdan en el baúl de nuestra memoria. Entonces Rocío no sabía aún que no se iría de Erasmus, ni sospechó nunca que el día 13 de septiembre de 2014 sería tan importante en su vida.

Mi parte en esta historia comenzó unas navidades justo antes de entrar con mi familia en el musical de El Rey León. "Hombre, Ignacio, ¿qué tal?", "Bien, bien, oye, se ha quedado libre el puesto de responsable de la página web de La Tribuna, ¿quieres trabajar con nosotros? No es como el puesto que te ofrecí en verano, esto sería jornada completa y contrato". Contesté: sí. Y gracias a esa llamada dos años y nueve meses después pude compartir tan cerca de él uno de los momentos más importantes de su vida.

No puedo evitarlo, el amor es una incógnita no despejada en mi vida. Casi me parece un jeroglífico sin Piedra Roseta con el que traducirlo. Y la forma en que Ignacio vive su relación con Rocío, tan natural, tan cariñosa, siempre me ha atraído. Su ya matrimonio funciona con la aparente sencillez de un reloj de cuco: con precisión y una imagen externa impecable, que esconde un trabajo para acompasar sus ritmos de vida, para entenderse, para respetarse, para pensar primero en el otro antes que en uno mismo. Eso es el amor y no otra cosa: un camino compartido entre dos personas en el que ambos miran en la misma dirección. Y así fue su boda también. Todo estaba tan bien preparado que sucedió de forma natural. Cóctel, cena, baile nupcial, concierto, coreografía ensayada y más baile hasta cerrar una noche que siempre recordaremos.

En mi historia particular dentro de la boda, tuve que implicarme en la intendencia y me perdí el momento del sí quiero en la Iglesia. Pero la vida siempre te devuelve una parte de lo que te quita. Cuando acabó la celebración pude disfrutar del novio y de la novia en exclusiva porque su hotel estaba al lado de mi casa. "Una boda pone a prueba de verdad una relación", me confesaba Ignacio cuando volvíamos en un coche de lujo pedido para la ocasión. Bien amigos, prueba superada, Matrícula de Honor. Los tres íbamos con una media sonrisa, respirábamos tranquilidad y los novios el triunfo y la satisfacción plena del trabajo bien hecho.

Los dejé en la puerta del hotel y me bajé del coche para poner un punto y seguido a mi parte en esta historia. Los dejé solos, por fin, marido y mujer, por primera vez y yo me fui caminando cuando aún no clareaba, en busca de la Piedra Roseta para descifrar el jeroglífico y construir mi propia historia.

3 comentarios:

Ignacio dijo...

Es un placer que pudieras compartir con nosotros uno de los días más importantes de nuestra vida y que puedas compartir conmigo el día a día. Eres un grande, con principios firmes, y un luchador. Siempre me tendrás a tu lado. Muchas gracias por estar siempre ahí, amigo!!!

Anónimo dijo...

La teoría la tienes, ¡lástima que te falte ejecución en la práctica! Mucha suerte, todo llega

Anónimo dijo...

Ninguno de vuestros amigos olvidará el día en que os casasteis, fue una boda perfecta.

Un abrazo de la tercera pata del trío que siempre fue cuarteto.