miércoles, mayo 17, 2006

Aleia

Esta es la historia de un faro. Cada noche miraba al mar porque quería hacerse amigo de los barcos que navegaban. Sin embargo, cuando los navíos estaban cerca del faro, se quedaban quietos o se daban media vuelta y nunca se acercaban. Triste, el viejo torreón lloraba olas sobre los acantilados. Observaba la luz que desprendían aquellos barcos y se preguntaba cada noche si es que nadie veía su luz o si es que acaso no desprendía ninguna. Cada atardecer, miraba al sol y le pedía con toda la fuerza de su corazón que su luz se viera a través del mar para que por fin los barcos se fijaran en él y se acercaran para hacerse su amigo. Y con cada salida de las estrellas la esperanza lo ahogaba hasta que, con el paso de la noche, la trsiteza volvía a invadirlo.
La desesperanza fue carcomiendo sus débiles estructuras. Sus paredes se agrietaron, sus suelos dejaron de brillar y el descuido apareció en forma de polvo, humedad y telerañas. Cada vez miraba menos al mar.
Una noche, un delfín quedó atrapado entre los arrecifes que sostenían al faro. Y comenzó a llorar y a llorar.

-¿Qué te pasa? le pregunto aturdido el faro al escuchar un llanto que no fuera el propio.
-Vine de día a jugar a los acantilados y ahora ha bajado la marea y no puedo salir.

El faro sintió lastima de él e intento consolarlo, pero el delfín lo replico: - Es muy fácil para ti, gran rey de las costas, tu luz y tu poder alcanzan más allá de mi vista. Tú lo puedes todo.
El faro sonrió tristemente y contestó: -me temo que no amigo, vivo solo y no tengo luz, puesto que ningún barco se acerca a mí. Ni tan siquiera me ven.
El pequeño delfín no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Cómo podía ser que el poderoso faro no viera lo que él podía ver? Pero el faro no quiso escucharlo.
El tiempo siguió pasando, hasta que uná noche de tormenta, cuando el faro había perdido toda esperanza y había dejado de mirar al mar, un barco llegó hasta los acantilados. El capitán subió a cubierta. Empapada su alma y ahogados sus ojos le rogó al faro que los salvara: -¡Oh poderoso faro, ya que esta noche no nos alumbras con tu luz, utiliza tu fuerza para salvarnos!
El faro miró desde las alturas y vio el barco apunto de estrellarse contra las rocas. Entonces comprendió las palabras del delfín, comprendió su propio ser. No podía ver la luz porque estaba dentró de él, y los barcos no podían llegar hasta los acantliados porque morirían contra las rocas. Sú vejez se esfumó de pronto y sopló con todas las fuerzas que le quedaban. Mientras se desmayaba por el cansancio oyó vitores y alabanzas de agradecimiento de los tripulantes por haber salvado el barco.
En lo alto del faro, una lucecita azul se extendía por todo el océano. Eran sus ojos. Amanecía

1 comentario:

jorgeimer dijo...

Pasamos la vida tratando de iluminar para cuando al lograrlo, nos demos cuenta de que es peligroso estar demasiado cerca de alguien.