martes, octubre 25, 2005

Hijos del amanecer

Es diecinueve de julio. La luz del nuevo día hoy parece que se retrase, como si una fuerza más oscura que el sol permaneciera en forma de bruma en la pequeña ciudad sevillana. Las calles están desiertas, todo está tranquilo, demasiado tranquilo. Se podría decir que el miedo recorre cada rincón donde la bruma se arremolina. De pronto, se oyen pasos. Un joven de veintiocho años camina decidido haciendo resonar los adoquines de la calle principal. Viste un traje de la guardia de asalto. LLega a su lugar de trabajo, en la primera planta del ayuntamiento, en la Plaza Mayor de la ciudad. De pronto algo le llama la atención. La bandera que cuelga del balcón del ayuntamiento es roja, amarilla y roja. Peor que eso, es de un color grisáceo, víctima de la falta de luz que aún hay en la calle. Se extraña pero no demasiado, ya lo dice siempre el coronel Martínez Ríos: ¡A las ocho se entra a trabajar! Pero al entrar, el joven no lo ve, no puede ser, el coronel siempre está, piensa. De pronto, se encuentra de cara a un guardia civil acompañado de otro individuo vestido de azul y con una gorra un tanto ridícula. Al día siguiente el joven es fusilado por traidor a la patria, por rojo, por comunista, por masón, por judio, quién sabe, en realidad no hubo versión oficial de los hechos, ni juicio. Era día veinte de julio de 1936. Amanecía

El general Goded que formó parte del golpe de Estado contra el gobierno democrático elegido en Febrero del 36, llamó por telefono al general de la guardia civil de Barcelona para que se uniera a la insurgencia. Pero este le contesto: Yo soy un hombre de honor, por eso, si mañana me cogen ustedes y me fusuilan, matarán a un general que fue fiel a su juramento, a su honor y a su patria; sin embargo, si mañana nosotros lo cogemos y lo fusilamos, mataremos a un traidor a la patria, a su juramento de defenderla y a su honor.
El general de la guardia civil sabía que la hora mas ocura de la noche lleva en su seno al medio día. El joven ingenuo llevaba esa sabiduría en su inocencia. Ambos la llevaban en el corazón. Ambos, eran hijos del amanecer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Roventy, tienes que leer 'El jinete polaco' de Antonio Muñoz Molina. ídeselo al Wolfo, que de seguro no lo está leyendo. Sé que te va a gustar porque habla de los héroes olvidados.

Anónimo dijo...

Se podría decir que el miedo recorre cada rincón donde la bruma se arremolina.


Hijos del amanecer... cuántos amaneceres, cuántos hijos !

PD: Ese libro, de mi paisano, es buenísimo. Miguélez, tú si que sabes :)