domingo, diciembre 04, 2005

Marruecos


Recuerdo mi viaje a Marruecos como un sueño. Recuerdo una noche en la Plaza de España de Madrid, aunque a mi me pareció otro lugar. Recuerdo 24 horas después sin haber dormido nada en dos días acostarme en mi cama de Tanger y preguntarme: ¿Cuánto tiempo ha pasado?
Recuerdo Marruecos como un viaje al interior de mi mismo. El olor de las calles, el lento paso del tiempo, el brillo en la cara de todos los que fuimos. Recuerdo una noche en el desierto sin dormir, tumbados bajo las estrellas infinitas del cielo, una loca carrera por subir hasta el sol, el silencio de la soledad comprartida. Recuerdo cada cara de los que llegaron hasta arriba, de los que compratieron mi habitación, de los que soñaron despiertos en 10 noches de hotel y un anochecer hacia el frío de Madrid, sentado en el mejor sitio del autobus, con la cabeza apoyada en otro hombro, con la felicidad nostálgica del que sabe que lo que no pasó no pasará nunca y lo que pasó ya es olvido de la tierra y recuerdo vano en el corazón. Recuerdo una noche en Rabat con Wiliam Lawson, recuerdo mi voz quebrada por el catarro, la lluvia en el calor de Marrakech, la huida al rincón de los secretos, donde la fantasía era baile, un hombre montaba en un burro bajo la lluvía y una de bacon queso en el Mc. Recuerdo el frío del desierto y de Chaouen en la noche más larga de mi vida, la noche de las confesiones, la botella y mucho humo antes del extraño sueño en unos brazos que no eran los mios. Recuerdo la grandiosidad de Casablanca, de los rezos a las 4 de la madrugada cuando ya nos acostábamos y el sobrecogimiento del corazón ante una voz que parecía venir del mismo Dios. Recuerdo cada cara, cada sonrisa. Recuerdo la complicidad de quienes durante 11 días vivimos otra vida distinta a la nuestra, de quienes soñamos una vida en otro mundo que no era el nuestro. Todo al final es recuerdo de sueños que murieron antes de nacer en un tiempo que nunca existió con gente que habita en el olvido de nuestra alma. Yo recuerdo a cada uno de ellos como si aún estuviera allí. Porque somos el recuerdo viviente de lo que fuimos nosotros y quienes nos rodeaban y en ese recuerdo somos eternos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

alberto... recuerdo nuestra primera "conversación". Estábamos en la farmacia marroquí y el destino nos sentó juntos en esos largos bancos. Tú no podías hablar y mientras me interesaba por tu garganta reconocí en tí a un amigo.(Un brillo especial en los ojos, un gesto..es difñicil de explicar) NO me equivoqué. El tiempo me ha dado la razón y hoy, cuando compartíamos cocacola en mi casa me he sentido feliz por tenerte a mi lado y orgullosa de poder decir: "él es mi amigo!". por cierto, Siyo Nqoba Ingonyama nengw' enamabala

Anónimo dijo...

Nadie podrá jamás describir las sensaciones que todos vivimos en Marruecos. Nadie podrá jamás olvidar lo que allí se vivió. Nadie podrá borrar la marca en el alma que Marruecos nos impuso a cada uno de nosotros.
Nadie podrá hacerme olvidar un Frenadol y unos primeros piojitos. El principio de un sueño...

Anónimo dijo...

Un sueño que sigue hoy. Quizá en mi casa un mañana de frío, quizá en una tarde sin sol viendo una peli donde se habla de amores verdaderos y sueños en los que creer.

gErT dijo...

¿Cómo es posible que recuerdes lo que yo recuerdo sin haber estado allí?
O quizá si que estuve y perdí la noción del tiempo durante un año.
En fin, a ver si dejamos de recordar para revivirlo.
Por cierto, recordar, del latín, ri-cordis, volver a pasar por el corazón.

Anónimo dijo...

Acabo de llegar de Marruecos, poco despues nublar mi vista con la arena del desierto.
Una vez más he viajado sin billete, sin mas piloto q el viejo profeta de este blog.

Anónimo dijo...

quizá fue el azar el que decidió donde y con quien dormiriamos cada uno la primera noche...o quizá no..